Es difícil imaginar algo más íntimo, personal, reservado y recóndito que un sueño. Y sin embargo, nuestros sueños absorben, reciclan y destilan nuestra experiencia, nuestra visión del mundo y el lugar que ocupamos en él. Cuéntame tus sueños y te diré quién eres.
Felipe Coaquira, joven artista arequipeño, sueña con los mitos, con danzas, fiestas y coloridas máscaras, con santos, gentiles, músicos, Ekekos, animales de rasgos humanos y humanos de facciones mágicas. Su mundo onírico, en el que se oyen ecos diversos, desde Chagall hasta Humareda y Polanco, crece de las vivencias de su niñez, su contacto con la cultura popular y la estética vernácula. Si bien, sus trabajos se ubican sin esfuerzo en el límite entre la pintura y el arte gráfico, su arma no es el lápiz ni el pincel, sino la máquina de coser. Rompiendo los estereotipos de género que encasillan la costura en el ámbito estrictamente femenino, Felipe Coaquira, según sus propias palabras, «perfila y dibuja con el hilo directamente desde la máquina de coser”, para luego rellenar y completar la imagen con complejas mezclas cromáticas compuestas por hilos sintéticos sobre fondos de poliseda y lona, blancos o de colores. La combinación de fondos distintos, unidos entre sí por costuras, guía la mirada del espectador, creando estructuras y secuencias visuales en sus nutridas composiciones.
Suele suceder que el camino del acercamiento a los orígenes pasa por unas tierras lejanas. El interés del artista por las técnicas de costura y bordado nació a raíz de una invitación en el año 2015 al taller de telar mapuche en Chile. La inmersión en la tradición textil vecina le trajo a la memoria a su abuela tejedora y, ya de regreso a Perú, lo animó a recorrer Colca, observando y estudiando sus famosos bordados, que se convirtieron en su principal referente técnico.
El hilo que une el sueño con la vigilia y el arte con la memoria, es delgado pero resistente, intrincado pero consecuente, sutil pero palpable.
Vera Tyulenleva.
Historiadora de arte, antropóloga, gestora cultural.